Las Casualidades no Existen

“En aquella época encontré un extraño refugio. Por casualidad, como suele decirse. Pero esas casualidades no existen. Cuando alguien necesita algo con mucha urgencia y lo encuentra, no es la casualidad la que se lo proporciona, sino él mismo. El propio deseo y la propia necesidad conducen a ello. – Demian” Hermann Hesse

Para mí, las casualidades no existen. Aparecen objetos, animales y personas en el momento que les necesitamos. Me suele pasar con asiduidad con los libros, me encanta leer, hay veces que me atoró y no sé por qué narrativa decantarme; comienzo a buscar libros por internet, sus sinopsis, sus portadas, sus críticas, los autores favoritos y llega un pálpito, un cosquilleo en la nariz, un picor en la palma de mi mano o una imagen recordada y la novela que necesito en ese momento aparece. Además, siempre complementan a la perfección la necesidad que tengo ante mis estados de ánimo o etapas.

Lo mismo siempre me ha ocurrido con mis animales, llegan en el momento justo, se cruzan en nuestro camino y su mirada clavada en la mía, de golpe, nos hace reconocernos; tal vez ellos nos escogen. Pasó con el primer conejo que tuvimos, un noble animal Belier, que, aunque hace años que cruzó el arco iris, nos seguimos acordando de él cada día; fue el refugio de mi hija en sus malos momentos.

Mis animales particulares y preferidos, los que me acompañan en mis tardes de soledad, junto al ordenador y entre palabras, son mis gatas. Una es una gata tricolor, símbolo de suerte para la tradición japonesa, inteligente y territorial, una guardiana nata. Llego al jardín de mi casa en mal estado, desnutrida y con frío, nos eligió para salvarla y no ha vuelto a salir del hogar; me inspira.

Mi otra gata, blanca y negra, espuma de mar como hablan las leyendas celtas, es el ser más magnánimo que he tenido, jamán saca las garras, le hagas lo que le hagas; siempre a mí lado y acompañándome a cada rincón de casa, por la noche duerme en mi cama, a los pies, es mi atrapasueños.

Y luego tengo otra gata viviendo en mi jardín, al que ha hecho suyo, alma libre que no puede existir en casa porque nació en la calle. Llegó con sus tres crías, todos en mal estado. Es una gata carey, lleva los rayos de sol en su cuerpo, es mágica. Y sin dudarlo, puedo asegurar que ella nos buscó con desesperación; sacamos a sus crías adelante y también la cuidamos a ella que venía en los huesos. Conseguimos que los pequeños fueran adoptados y a ella la esterilizamos. Así pues, me acompaña en mis recorridos entre las flores y plantas. Por la mañana espera en la puerta de fuera su desayuno y sus caricias, duerme en una pequeña caseta con mantas frente a dicha puerta.

Y por último y más importante, las personas que aparecen en mi vida y no por casualidad sino por causalidad. Mi familia y mis hijos, mi brújula. Mis amigos, cada uno con su carácter, y por ello complementan una parte de mis inquietudes. Y luego llegaste tú, mi camarada, mi confidente, el que reconforta mi corazón en épocas gélidas con largas charlas en la noche, yo frente al fuego y tú a miles de kilómetros. Cuando amanece en mi ventana, el sol se esconde en la tuya. La distancia nunca ha sido un impedimento para apoyarnos incondicionalmente, compartir nuestros desvelos o alegrías. Tu sentido del humor que me arranca sonrisas y tus manos siempre tendidas. Esas manos grandes, de dedos largos para atrapar los destellos del sol que iluminan mi día a día.

No me hablen de casualidades porque no existen. Todo lo que llegó a mi vida arribó con un propósito. Todas las personas tejieron mi historia, a mi lado, por horas, momentos, años o eternidades. Y tú, el que reconoce estás palabras y sabe de nuestro secreto, me vinculaste a tu lado, porque sabes que nuestra historia ya existió en otras épocas y en otras vidas. Siempre tarde o temprano da la casualidad de que terminamos encontrándonos.

Deja un comentario